Desaprender

La vida da muchas vueltas y aunque es algo que todo el mundo sabe, hasta que no lo experimentas en tus propias carnes no te das cuenta. Y ni siquiera eso, pues son pocas las veces que me percaté del paso del tiempo. Quizá me esté “haciendo mayor”  y por eso últimamente pienso más en ello. Puede que en realidad, el pensar en ello me haga “mayor”.

Hace poco encontré unos cuentos que había escrito durante la infancia. Por una parte sentí esa nostalgia por las cosas inocentes que de alguna manera se convirtieron en algo mucho más perverso.  Me di cuenta de lo que había aprendido en la vida y la diferencia de prisma con la que veía el mundo. La mayoría de cosas eran un drama que en realidad no lo era, y los verdaderos dramas, aquellas cosas que el recuerdo ha transformado y hoy te atormentan, en su día no eran más que rutina. Parece que la fortaleza que se tiene cuando eres un crío, se pierde cuando pierdes la inocencia y, en cambio, de las cosas más banales ya ni te acuerdas.

Por otra parte, hubieron algunos cuentos que me hicieron dudar de mi pluma. Había alguno que simplemente es brillante. Ya sé que parece una contradicción. Pero en realidad sería por agravio comparativo con lo que he estado escribiendo últimamente. Quizá no es tan bueno, pero lo que estoy haciendo me parece pésimo a su lado. Y de repente quiero recuperar todo el tiempo perdido y volver a tener esa sensación de inspiración, de iluminación introspectiva que me guiaba por las páginas en blanco y que, de alguna manera, ya no. Siento que al leer los cuentos de mi niñez, la lectura me absorbe con historias olvidadas que me transportan a mundos mágicos. En cambio, al leer los cuentos actuales, noto una sensación artificial y forzada, sosa, acartonada, con falta de personalidad.

La reflexión me indica que parece que todo lo aprendido me ha desviado del rumbo, o lo que olvidé me hizo perder esa habilidad. Supongo que tendré que aprender a desaprender para recuperar el camino perdido.