lunes, 25 de enero de 2010

Los que se perdieron


-->
Aún a estas horas, con todo el peso del sueño sobre mis hombros, todavía me quedan ganas para escribir unas pocas lineas antes de irme a dormir, si es que el sueño no me abandona antes de llegar a la cama. Normalmente, después de tanta actividad cerebral, me queda un resquicio de inquietud por poder expresar ciertas ideas que aún están en el teclado. Después de fondear en el mar de la literatura, infinito, inescrutable, mi corazón intrépido tiende a buscar más allá de donde alcanza la vista. En el horizonte vislumbro relatos misteriosos, herméticos, más cerca de la filosofía de los antiguos que del realismo del siglo XIX, a la vuelta de la esquina. Parece, en realidad, como un ciclo que se repite: del misticismo, la filosofía más trascendental, o la visión romántica, al realismo, que vuelve al misticismo. Se llaman rupturas, pero en realidad son cambios que se producen de una manera recíproca, ya que el uno sin el otro no tiene sentido y se engendran mutuamente, por contraposición.
Éste ciclo vital, se puede trasladar a otros aspectos de la vida o del arte. En definitiva, todo lo que es capaz de expresar, lo hace por contraste con su opuesto, lo cual me hace plantear el hecho de que no puedan haber intermedios. Lo cierto es que éste punto de vista dualista, deja muchas lagunas fuera de juego y lo cierto es que estas lagunas siguen ahí. ¿Realmente todo se basa en modelos anteriores que se re-interpretan y luego vuelven a reinventarse para convertirse en lo que inicialmente fueron? Parece un absurdo diálogo entre el blanco y el negro. Las tonalidades de grises son infinitas, mientras que el blanco y el negro sólo son dos. Los críticos de literatura y las universidades presentan un canon literario hermético y rígido. Tienen en cuenta aquellas obras que por sus características, supusieron una ruptura dentro de su época, marcando nuevas tendencias y nuevos puntos de vista. Seleccionan aquellas obras que cumplen ciertas características concretas para representar un determinado género o movimiento literario, pero muchas se quedan en el camino, bien porque son desechadas por la crítica o por no ser suficientemente etiquetables o representativas de un grupo social o cultural. A veces se han perdido grandes obras (o terribles, quien sabe) producto de la casualidad, de la fortuna. Otras se perdieron víctimas de la censura de los puestos de hegemonía, o por un rechazo social de su época, por no ser bien comprendidas o repudiadas por su impacto nefasto en la sociedad.
Por todas aquellas que se perdieron, que se pierden y que se perderán, dedico un pensamiento reflexivo sobre el hecho de que no estén hoy aquí, con nosotros. Si bien es sabido que, por muy clásica o canónica que sea una obra, para perdurar hace falta algo más que formar parte del canon. La obra en sí misma tiene que tener algo que perdure a través del tiempo, ya que el mensaje que contenga siempre será el mismo, pero la interpretación será cambiante junto con las generación con las que sobreviva. Es más, no solamente importa el mensaje que contenga, sino el código, ya que se tiene que poder descifrar.
Pero hay algo importante que se ha de tener en cuenta y es la vida física que esa obra sufra. Si se deja de editar, solo quedarán los ejemplares que hasta ése momento existan (ya no digamos los manuscritos o incluso la tradición oral) . Lo que se haga con esos ejemplares ya forma parte del mundo material. Nada tienen que ver las ideas o el código. Sólo si alguien repara en ella, podrá sobrevivir a la decadencia y con algo de suerte podrá re-editarse en el tiempo necesario para que el material no se haya degradado ni el mensaje que contiene haya perdido su significado.

1 comentario:

  1. En la época digital los peligros serán otros. a largo plazo quizás terroríficos.

    ResponderEliminar