Pequeño discurso existencial para lidiar con la vida, o al menos, intentarlo.
Rodríguez me transporta a un momento en el tiempo en que
sentía algo muy parecido a lo que siento ahora, a pesar de todas las cosas que
me han pasado, después de casi un año… y es que sigo estando sola, y no tiene
pinta de que vaya a cambiar la situación, porque si me remonto a dos años
atrás, pasa exactamente lo mismo, y si llego hasta donde tenía uso de razón,
hasta que yo recuerde, siempre me he sentido así, y no es que no tenga fe en
los demás, al contrario, aun con esa fe ciega me han demostrado una y otra vez
que estaba sola, entonces, ¿ qué coño sigo esperando, qué más me tiene que
pasar para que de una puta vez abra los ojos a la realidad que me rodea y
entienda que estaré siempre sola y que todos estamos solos en esta vida? Pero
siempre me asaltan las dudas, porque, ¿realmente los demás están solos? ¡Y
porqué cojones tiene que ser así, no se supone que el ser humano es gregario y
vive en comunidad, que necesita de los demás, si es que es la base de la
supervivencia, joder! Y siempre acabo pensando que la sociedad está enferma,
que la gente está jodida de la puta cabeza, que lloran por perritos abandonados
y comen carne de animales maltratados por la industria alimentaria, y tratan a
sus perros como niños y a sus niños como perros. Y ven anuncios de cosas que no
pueden comprar (ni tampoco necesitan, pero desean fervientemente) y por eso
compran en el supermercado y van a los centros comerciales como adictos a
gastar crédito, la trampa de los pobres. Y los que pueden comprar, compran
diamantes de sangre y iphones y llenan sus depósitos con gasolina (por cierto,
¿todavía estamos propulsados por energía basada en el carbón? Por favor…) y lo
compran porque pueden, porque otros se encargan del trabajo sucio. Consumir es
la nueva esclavitud.
En fin, que estamos cada vez peor y que no tiene pinta que
vaya a mejorar. Al contrario, parece que las estructuras sociales, que las
relaciones de poder siguen siendo medievales, unos pocos controlan y el resto
obedece. El sometimiento de las masas al poder corrompido, a la conciencia
colectiva podrida. Y aparece una dicotomía: todos estamos sometidos, todos
somos iguales, pero todos estamos solos y no sé los demás, pero yo no siento
que esa empatía sirva para unirnos, al contrario, es precisamente el motivo que
nos separa. Además, ¿porqué pensar que somos todos iguales si no es cierto? Es
como llevar un uniforme en el cerebro, porque este sistema aborregado nos
mantiene el pensamiento dentro de los límites de un cubículo atroz, una caja
clasificadora invisible que llevamos sobre nuestras cabezas y que impide
liberar el pensamiento. Es el miedo, el miedo a saber, a ver, el miedo a no
estar a la altura, a imaginar lo prohibido, miedo a liberar el pensamiento y
que te lleve a la realidad, una realidad desconocida; es la adversidad, el
monstruo que devora la seguridad, porque nadie quiere estar a la intemperie, da
miedo, es agreste y hostil y lo desconocido siempre libera nuestra imaginación,
y eso es lo que realmente da miedo, los monstruos que surgen de los abismos
inexplorados de nuestra mente. Porque en el fondo, sabemos que en ése abismo
hay una parte de nosotros que no conocemos, es como albergar a un extraño en tu
cuerpo, como un parásito que preferimos mantener en hibernación.
Entonces, la lucha no está en el exterior, la lucha es
interna, es una lucha contra uno mismo, el infiltrado está dentro de la muralla...
¡eso es lo aterrador! Pero ése pequeño ser, tiene cosas que decir, y empuja los
pensamientos a la superficie, apretando las ideas contra el cráneo. Y ese
uniforme que llevas puesto te aprieta, te rozan las costuras por todas partes,
te falta el aire, te hace sentir ridículo, ese puto uniforme no es de tu talla,
es horrible y cuanto más lo miro más cutre y feo es. Todas esas cosas te hacen
sentir inseguro y vulnerable, pero si te quitaras el uniforme sería como ir en
pelotas. Y aunque te da vergüenza lo que puedan pensar los demás de ti, la idea
de quitarte el uniforme te atrae cada vez más. Y ese pequeño ser no para de
hacerte la puñeta, porque quiere salir de la jaula y cada día te da más por el
culo y tanta insistencia debe ser porque algo importante tendrá que decir, ¿no?
¡Pues que lo diga, que lo diga de una puta vez! Y cuando ese pequeño ser se
pone a decir cosas, se te ponen los ojos como platos, pero no mucho, porque ya
te lo habías imaginado antes… y de repente ya no te da tanto miedo, casi no le
entiendes porque habla atropelladamente, porque llevaba tanto tiempo callando
que no sabe qué decir primero y va de una idea a otra sin criterio alguno, y
dice cosas inconexas y sin sentido, pero no da miedo. Lo que da son ideas,
algunas estúpidas, algunas ridículas, otras desastrosas, pero alguna hay que
sirve, alguna es buena, alguna… y sólo por esas algunas ya vale la pena. Hay
que saber desestimar las ideas que no sirven para nada bueno, aunque no es fácil,
y equivocarse, es la única forma de comprobarlo. Y así se aprende, sufriendo,
cagándola, haciendo las cosas mal te das cuenta que debe haber otra forma mejor
de hacerlo, así que prueba, la vida es un puto experimento, ¿no? Igualmente,
ese pequeño ser va a estar ahí dentro siempre, así que mejor llevarse bien con
él y tratarlo con respeto, porque lo que le hagas a él, te lo haces a ti. Entonces,
será cuestión de quererse un poquito mejor, no más, ni menos, sino mejor.
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